Aquella fría y prolongada situación, tuvo como consecuencia una importante nevada en las cumbres de Tenerife, Gran Canaria y La Palma, que no se ha vuelto a repetir. Aquellos días, el vórtice sur de una vaguada de origen siberiano, se bloquea entre el norte de África y la Península Ibérica, más de una semana. Termina estrangulándose formando una dana y una posterior borrasca en superficie, que origina un episodio del sureste, muy acusado, sobre las islas. Destacaron importantes nevadas en las islas de mayor relieve (incluido El Hierro), registros de precipitación de más de 60l/m2, en menos de 12 horas, en puntos de las islas, tormentas locales acompañadas de granizo y la llegada de la calima, por succión de la propia perturbación. La advección siberiana y el temporal del sureste, pasará a la historia como una de las nevadas más significativas.
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