San Borondón. Entre el mito y la ciencia

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La fotografía que ilustra el presente artículo, fue tomada el pasado 3 de junio por Roberto Álvarez Feliciano, desde el este de La Palma, al atardecer. Era un día de calima y en ella observamos como la sombra de la isla se refleja en el horizonte, como si el polvo en suspensión y los aerosoles hicieran de pantalla. Se trata de un fenómeno óptico, que nos trae a nuestra mente, el mito de la isla de San Borondón.

 Para algunos es un fenómeno  que se produce con irregular frecuencia; para otros, un misterio sin resolver que emerge del Atlántico. La cultura popular canaria, tanto en La Palma como en Tenerife y La Gomera, describe la leyenda de San Borondón como una isla real, perteneciente al archipiélago canario y que por causa de un cataclismo hizo que se hundiera. A partir de ese momento, la legendaria isla quedó encantada, dejándose ver en esporádicas ocasiones desde tiempo inmemoriales.

Para la ciencia, la explicación a estos avistamientos está en un efecto óptico provocado por diferentes causas (entre ellas, las meteorológicas) que simulan una isla.  La que explicamos al comenzar el artículo es muy coherente, pero no la única. Los espejismos y las formaciones nubosas se pueden fotografiar, incluso pueden recordar a una isla, pero se trata tan solo de eso, de una nube o de un efecto óptico. También la densidad desigual del aire, a causa de ciertas temperaturas, produce una refracción de la luz del cielo. Este fenómeno conduce al observador a interpretar su procedencia desde el suelo. Se interpreta como un charco de agua que reflejan la luz del cielo, pero no es un verdadero charco, como todos sabemos. Es un espejismo.

Las masas nubosas y el mar, reflejan el color blanco de las nubes. Si se forma una «brecha» o «agujero» entre las nubes, el reflejo sobre el mar de este agujero aparece oscuro. (Marco Besas, España Oculta).

Nada de lo anterior disminuye la leyenda, el avistamiento y la importancia en la cultura popular de este fenómeno, quizá el más singular de entre los misterios de nuestras islas. Además de conocimientos objetivos, un pueblo necesita de mitos como estos, para estructurarlo culturalmente, como el caso del Garoé en El Hierro, sintiéndose los habitantes de ese pueblo, unidos por una creencia conjunta. Por mucha investigación científica que desmienta sus leyendas, el isleño tendrá en su idiosincrasia colectiva estos eventos, aunque muy irracional que nos parezca. Y no es malo.

El fotógrafo Manuel Rodríguez Quintero (1897-1971), entre el 15 y el 21 de septiembre de 1957, sobre las seis de la tarde, logró captar desde el barrio de Las Martelas, en Los Llanos de Aridane, la difusa silueta de la presunta isla. El fenómeno fue presenciado por numerosos vecinos de Los Llanos y Tazacorte. La imagen se publicó en el diario nacional ABC, el 10 de agosto de 1958, en un artículo firmado por Cuscoy y titulado «La isla errante de San Borondón es fotografiada por primera vez.»

 

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