Viene a ser como la teoría de la relatividad, en la que la percepción del espacio y del tiempo varía en función del observador. Algo así ocurre con las nubes veraniegas, presentes en el norte de las isla y producto de la caricia del alisio en el relieve de las islas más montañosas. Si se mira desde abajo es panza de burro, si se sube a la cumbre y se observa la misma masa nubosa, veremos una estampa impregnada de poesía que conocemos como mar de nubes, y si se le pregunta a un meteorólogo, lo que hay es un apelotonamiento de estratocúmulos.
De una forma o de otra, estas nubes son una condición de la normalidad meteorológica insular. Su ausencia en los cielos de ciudades como Las Palmas de Gran Canaria o el Valle de La Orotava, solo puede indicar tres cosas: que nos enfrentamos a una ola de calor, que el cambio climático está más desarrollado de lo que pudiéramos imaginar o que no estemos en verano. Porque, lo normal en verano, es estar bajo la sombra de la «panza de burro». Por mucho que ahora se queje más de uno, sin este termorregulador nuestro clima sería un desierto, y la alternativa de cielos despejados la tenemos a muy pocos kilómetros hacia el sur o este.
-La foto la tomamos en las medianías del norte de Gran Canaria.