Satélites Meteorológicos (I)

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Con la llegada de la era espacial, la ciencia meteorológica experimentó un importante avance, fundamentado en un mayor conocimiento de la atmósfera observada desde el espacio. Haciendo un poco de historia, cabe recordar que Estados Unidos, en plena confrontación con la Unión Soviética en la conocida como “guerra fría”, lanza, por medio de La Nasa, el primer satélite meteorológico el 17 de febrero de 1957, con resultados pocos satisfactorios al tener, dicho satélite, un pobre eje de rotación, dando como resultado un registro de datos muy escasos sobre medición de la capa de nubes. El segundo satélite meteorológico, puesto en marcha, también por Estados Unidos el 1 de abril de 1960 y llamado TIROS-1, estuvo operativo 78 días, enviando exitosas imágenes de la atmósfera, con la captura de patrones meteorológicos de la Tierra desde su órbita. Actualmente, los satélites meteorológicos están considerados como satélites artificiales útiles para la observación y supervisión del tiempo atmosférico y del clima de la Tierra. Entre unas de sus muchas funciones, tal vez la más relevante para el interés del aficionado a la meteorología en general, es el movimiento de las masas nubosas y su comportamiento.

 

Existen dos tipos de satélites meteorológicos, los que siguen una órbita polar, que constantemente pasan de un polo a otro de la Tierra y los geoestacionarios, que encuentran a una altitud aproximada de 36 mil metros circulando alrededor del ecuador terrestre, siendo importante señalar que esa órbita geoestacionaria está sincronizada con la rotación de la Tierra. A 36 mil metros de altura la fuerza de atracción terrestre y la fuerza centrífuga del satélite hallan un equilibrio, completando una órbita cada 24 horas. Este tipo de satélite giran a la misma velocidad que la Tierra y, teniendo una apariencia estática, se sitúan justo encima de alguna zona geográfica para grabar y emitir, por medio de sensores de luz infrarroja, actualizando imágenes de la Tierra cada 30 minutos, sin tomar en cuenta los polos.
En cuanto a los primeros que hemos citado, los de órbita polar, se encuentran más cerca de la superficie terrestre, a una latitud de 850 kilómetros, circulando sobre los polos en su trayectoria y pudiendo observar cualquier punto de la Tierra y pasando por un mismo lugar hasta 14 veces en un mismo día, gracias a la sincronización con la órbita solar. Los satélites de órbita solar captan imágenes de mejor resolución al estar más cerca de la Tierra. Esto posee una enorme ventaja a la hora elaborar comparaciones diarias en estudios sobre una misma región.

 

Los satélites son herramientas que ha creado la tecnología espacial, para la predicción del tiempo desde que empezaron a lanzarse en 1957. Con ellos se pueden observar las nubes y determinar la velocidad de los vientos, así como favorecer una política preventiva ante la inminencia de posibles desastres naturales, como son los ciclones, tormentas o huracanes. Solo por citar una de las características que definen su alta tecnología, decir que poseen unos sensores térmicos que cumplen la función de captar las temperaturas de cada parte de la superficie terrestre o del mar.

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